Con los primeros rayos solares, la luz empezaba a colarse por los orificios de la persiana de su habitación. La penumbra, agujereada por las circulares y radiantes proyecciones de la claridad, difuminaba un pie desnudo que se escurría fuera del cálido manto del edredón.
A medida que la luz iba despejando incógnitas, la realidad se desnudaba ante sus ojos. Un paisaje desolador. El caos en la habitación era total. No quedaba ni un solo rincón capaz de mitigar la desazón producida por el desorden de la estancia.
A medida que la luz iba despejando incógnitas, la realidad se desnudaba ante sus ojos. Un paisaje desolador. El caos en la habitación era total. No quedaba ni un solo rincón capaz de mitigar la desazón producida por el desorden de la estancia.
En la pantalla del ordenador, una ventana abierta aguardaba que alguien accionara el botón de "aceptar", con un pequeño mensaje en el recuadro:
“ ¿Desea activar las subrutinas que provocan la modificación de su conducta?”
“ ¿Desea activar las subrutinas que provocan la modificación de su conducta?”
El Argonauta Enmascarado.
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