A veces escuchamos de madrugada, en la lejanía, las quejas insondables, difuminadas, de unos sueños cargados de lamento. Seguramente son las quejas que vomita la maquinal inconsciencia impregnada por los daños sufridos en el mundo real e insomne. Son sensaciones extrañas provocadas por intangibles paisajes cargados de profunda tiniebla, los cuales intentamos interpretar desde la ladera del anhelo frustrado. Pero es tan fuerte el desasosiego que producen que, con el despertar, su recuerdo deja ese regusto a turbia sensación incomoda.
La voluntad de olvidar nuestros fracasos, casi siempre, juega una partida perdedora con nuestro subconsciente.
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