La rueda del tiempo gira. No fenece nunca su irrefutable rotación. La melancolía dará paso al aletargado conformismo de los recuerdos y, esta a su vez, a la luz, a los colores, a la alegría de las noches de luna llena, al dorado rayo estival y al nocturno reflejo argentado de la luna sobre las cálidas aguas de la inmensidad.
Con resignación, acometeremos nuevamente el incomodo trance de las odiadas despedidas, la triste caducidad de la vida y la inminente preparación de un nuevo letargo. Una rueda sin fin que gira procurando enseñarnos una lección que, seguramente, vamos aprendiendo forzosamente.
Con resignación, acometeremos nuevamente el incomodo trance de las odiadas despedidas, la triste caducidad de la vida y la inminente preparación de un nuevo letargo. Una rueda sin fin que gira procurando enseñarnos una lección que, seguramente, vamos aprendiendo forzosamente.
Es saludable asumir la imposición de nuestro espacio desde los cuatro rincones del alma.
El Argonauta Enmascarado.
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