Todo es porcelana en el recuerdo que, inevitablemente, ha sobrevivido al paso del tiempo. Pese a su fragilidad, sigue sin romperse esa imagen que, aun hoy, deambula por los trazos de la memoria. Sigue derramando sutilmente pequeños soplos de reminiscencia que siempre terminan con una sensación extraña de desasosiego. Es un malestar que en sus orígenes yace afectuoso y que, por incomprensible se torna molesto.
Siempre que el pensamiento se pierde absorto en lo indefinido, no deja de acechar esa estela de la fermentada y agridulce melancolía que produce la permanente tristeza de su evocación. Pese a todo, sigue ocupando un rincón en el pensamiento.
Hay desamores que furtivamente incordian el calmoso proceder del olvido.
Siempre que el pensamiento se pierde absorto en lo indefinido, no deja de acechar esa estela de la fermentada y agridulce melancolía que produce la permanente tristeza de su evocación. Pese a todo, sigue ocupando un rincón en el pensamiento.
Hay desamores que furtivamente incordian el calmoso proceder del olvido.
El Argonauta Enmascarado.
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