Aunque vivimos en el mundo de los sonidos, el silencio es un estado que, desde el vértice de una percepción abstracta, lo interpretamos simbólicamente. El silencio transita cautivo del delirante mundo de la mirada y el leguaje. Mutismo y oscuridad son inevitable esencia en las entrañas silenciosas del pensamiento.
La ausencia absoluta de sonido es un afán en nuestro interior. Una relativizada quimera. Pero las caras del sonido son numerosas. Muchos empeños encuentran su plenitud gracias al silencio.
El silencio, pues, puede tener forma de soledad, de oscuridad, de musicalidad, de fatalidad, de intencionalidad, de vacío, de liberación, de quietud,…
E incluso en el mundo elegiaco, los silencios tienen perfiles.
La ausencia absoluta de sonido es un afán en nuestro interior. Una relativizada quimera. Pero las caras del sonido son numerosas. Muchos empeños encuentran su plenitud gracias al silencio.
El silencio, pues, puede tener forma de soledad, de oscuridad, de musicalidad, de fatalidad, de intencionalidad, de vacío, de liberación, de quietud,…
E incluso en el mundo elegiaco, los silencios tienen perfiles.
Fotografía (fragmento): Cristina Maldonado.
El Argonauta Enmascarado.
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