Seguramente es difícil encontrar las palabras adecuadas para poder expresar lo que se siente ante la seductora provocación de una mirada. No una mirada cualquiera, más bien aquella que llena de dulce perturbación nuestro ánimo en un silencio de segundos.
Como su selectiva acción provoca la puesta en funcionamiento de un complejo mecanismo de fascinación que nutre fantásticas teorías sobre lo que percibimos e imaginamos y un deseo inmenso de descubrir su esencia y los fundamentos de su atracción. Es un reflejo de exaltación, de emoción, bajo el provocador manto de la insinuación.
La percepción de una mirada seductora nos traslada, por momentos, a un incitador universo repleto de inquietud y misterio.
La percepción de una mirada seductora nos traslada, por momentos, a un incitador universo repleto de inquietud y misterio.
El argonauta enmascarado.
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