Las miradas hacia nuestro interior no son más que un intento de reubicar, comprender y asimilar todas las sensaciones susceptibles de ser alimento a nuestro entendimiento. Todo lo que no es indiferencia, es alimento para nuestra persona. Seguramente, la mayoría de las veces las digestiones son correctas, pero hay veces que estas se complican. Son pesadas y cargadas de una acidez que provoca el desasosiego. Gracias a las numerosas miradas que realizamos hacia nuestro interior, somos capaces de mitigar, con nuestra reflexión y entendimiento, toda esa incomoda “mala digestión”, apoyando nuestra acción en el conocimiento e intelecto.
Mirar a nuestro interior frecuentemente es tan necesario como el agua para calmar la sed.
El Argonauta Enmascarado.
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