
Si el contenido de nuestros actos, así como los aspectos que lo determinan, la intención y el motivo que pretende como fin, son buenos, podremos valorar nuestros hechos como buenos. Basta con que uno de estos elementos falle, será, entonces, causa más que suficiente para definir la no bondad de los mismos.
La razón y los sentimientos concretan nuestra tendencia hacia el bien o el mal, en función de la interpretación veraz o falsa de la moralidad.
El Argonauta Enmascarado.
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