Un cuadro es mucho más que "una superficie bidimensional más o menos cubierta de pintura". Cuando te zambulles en los entresijos de la pintura y te fundes en sus argumentos, tu cuerpo y tu espiritu entran en una situación, casi inexplicable, de placer intenso producido por el más mínimo intento de perfilar cualquier intuición plástica.
Cuando pinto, siento que el tiempo se detine, que el espacio se me olvida y que la obra y yo somos un uno indiviso, inseparables, únicos...
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