Parece que todo lo tangible sea el centro de un imaginario altar cuya adoración intuye el camino a seguir, marcado por una tendencia que alimenta su fuerza en el poder de un dominio material que deja muy pocos resquicios a la rebelión. Seguramente tanta intoxicación del orden natural es el precio que debemos pagar por un progreso interesado y que se aparta, en gran medida, de lo realmente importante de nuestra realidad.
Nuestro devenir, tendrá mucho que ver con la lejanía o cercanía de nuestros actos y decisiones respecto a los principios marcados por el dispositivo inherente a la propia naturaleza del cosmos. Equilibrar la manipulación humana con la ley natural, sin la tremenda fagocitosis del desmesurado interés material, será la única forma de intentar volver a ocupar el lugar adecuado en la senda de nuestra existencia.
Los sentimientos no saben de efímeras levedades materiales.
El Argonauta Enmascarado.